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Los abuelos eran dos personajes
bien particulares y marcaron el periplo literario del futuro Nobel: el coronel
Nicolás Márquez, veterano de la guerra de los Mil Días, le contaba al pequeño
Gabriel infinidad de historias de su juventud y de las guerras civiles del
siglo XIX, lo llevaba al circo y al cine, y fue su cordón umbilical con la
historia y con la realidad. Doña Tranquilina Iguarán, su cegatona abuela, se la
pasaba siempre contando fábulas y leyendas familiares, mientras organizaba la
vida de los miembros de la casa de acuerdo con los mensajes que recibía en
sueños: ella fue la fuente de la visión mágica, supersticiosa y sobrenatural de
la realidad. Entre sus tías la que más lo marcó fue Francisca, quien tejió su
propio sudario para dar fin a su vida.
Gabriel García Márquez aprendió a
escribir a los cinco años, en el colegio Montessori de Aracataca, con la joven
y bella profesora Rosa Elena Fergusson, de quien se enamoró: fue la primera
mujer que lo perturbó. Cada vez que se le acercaba, le daban ganas de besarla:
le inculcó el gusto de ir a la escuela, sólo por verla, además de la
puntualidad y de escribir una cuartilla sin borrador.
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Sin embargo, a las historias,
fábulas y leyendas que le contaron sus abuelos, sumó una experiencia vital que
años más tarde sería temática de la novela escrita después de recibir el premio
Nobel: el recorrido del río Magdalena en barco de vapor. En Zipaquirá tuvo como
profesor de literatura, entre 1944 y 1946, a Carlos Julio Calderón Hermida, a
quien en 1955, cuando publicó La hojarasca, le obsequió con la
siguiente dedicatoria: "A mi profesor Carlos Julio Calderón Hermida, a
quien se le metió en la cabeza esa vaina de que yo escribiera". Ocho meses
antes de la entrega del Nobel, en la columna que publicaba en quince periódicos
de todo el mundo, García Márquez declaró que Calderón Hermida era "el
profesor ideal de Literatura".
En los años de estudiante en
Zipaquirá, Gabriel García Márquez se dedicaba a pintar gatos, burros y rosas, y
a hacer caricaturas del rector y demás compañeros de curso. En 1945 escribió
unos sonetos y poemas octosílabos inspirados en una novia que tenía: son uno de
los pocos intentos del escritor por versificar. En 1946 terminó sus estudios
secundarios con magníficas calificaciones.
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